Las diferentes luchas contra el poder encierran, cada una de ellas, características específicas según el tipo de lucha. En este caso, lucha contra el poder, es importante tener una noción clara de lo que se entiende por poder. Nosotros manejaremos la noción de este término de un teórico influyente: Michel Foucault, que ha desarrollado un concepto del poder que se adapta a las distintas variables que pueden haber de él. Este concepto es útil para entender la naturaleza del poder y como consecuencia de ello, para establecer estrategias que permitan luchar, efectivamente, contra él.
En el texto, La lucha por el reconocimiento y la inclusión de los barrios populares: La experiencia de los comités de tierras urbanas, de Andrés Antillano hay un testimonio de las estrategias, de algunos barrios de Caracas, para lograr un mejor funcionamiento de los servicios en la comunidad. ¿Por qué esto sería una lucha contra el poder? Porque los esfuerzos hechos por una comunidad marginada para dejar de serlo, y su posterior éxito, podría significar el reconocimiento de este sector como parte de la traza urbana o al menos de la cartografía de la ciudad. Es una lucha contra el poder que selecciona los sectores dignos de prestarles servicios básicos (Agua, Luz) que todo venezolano debería gozar, sin distinción. Las especificidades del crecimiento del barrio, entre ellas la inestabilidad del terreno y la ubicación de los ranchos y casas, dificultan que estos sectores puedan ser atendidos de igual manera que las casas y los edificios construidos con una previa planificación.
Todo ello constituye un problema, y sobre el problema está la omisión de este fenómeno por parte del Ente gubernamental y la imposibilidad de aplicar métodos que puedan organizar, en su particularidad, a un barrio. Pero hay que tener en cuenta a Foucault cuando dice que “El estado no es el lugar privilegiado del poder, su poder es un efecto de conjunto”, quiere decir entonces que no es el Estado, únicamente, el responsable por el olvido de los barrios como parte de la ciudad, sino que está dentro de un gran imaginario económico y social que rechaza al barrio y lo ve como algo ajeno al plan de la ciudad. Si pensamos en ello es triste reconocer que gran parte del funcionamiento de la ciudad es posible por el recurso humano que duerme en esos barrios que son excluidos. Andrés Antillano dice “Los barrios no existen en la retórica de la ciudad, salvo como peligro o anomalía”, este conglomerado de ranchitos y casitas son para nosotros lo insólito, lo impresionante.
Están ahí pero son excluidos y excluidas, porque no son lo que el sistema urbano y económico está dispuesto a cubrir y a incluir como parte de sus responsabilidades. Porque las construcciones, que conforman los barrios, no están dentro de la normalidad, y la normalidad es, para Foucault, la “forma moderna de la servidumbre”. Él establece que “el poder produce lo Real”, y por ende que la normalización de un estilo de vida especifico responde a las intenciones de entes poderosos -que existen por el manejo y la manipulación de grandes masas- para convertirnos en un dato. Si los barrios no son susceptibles de una normalización -y en efecto no lo son-, hay que reconfigurar los métodos de urbanización para poder prestarle los servicios básicos. Pero esta opción no está dentro de las posibilidades, porque implica un trabajo real y paulatino y las soluciones en el mundo de la política y la economía (nombramos la economía y la política porque es de donde salen las redes de poder) deben ser rápidas y capaces de producir dinero. Por ello no sorprende que el sueño colectivo de los habitantes de los barrios sea precisamente salir de ellos y no pensar soluciones a los problemas que no permiten la salubridad del espacio donde viven.
Esto es una de las cosas importantes, es necesario la participación de los habitantes en pro del mejoramiento del espacio donde habitan, no puede ser sólo una queja que pida la desaparición mágica de los profundos problemas, que existen porque ellos están localizados en sitios no aptos para viviendas.
Todo ello constituye un problema, y sobre el problema está la omisión de este fenómeno por parte del Ente gubernamental y la imposibilidad de aplicar métodos que puedan organizar, en su particularidad, a un barrio. Pero hay que tener en cuenta a Foucault cuando dice que “El estado no es el lugar privilegiado del poder, su poder es un efecto de conjunto”, quiere decir entonces que no es el Estado, únicamente, el responsable por el olvido de los barrios como parte de la ciudad, sino que está dentro de un gran imaginario económico y social que rechaza al barrio y lo ve como algo ajeno al plan de la ciudad. Si pensamos en ello es triste reconocer que gran parte del funcionamiento de la ciudad es posible por el recurso humano que duerme en esos barrios que son excluidos. Andrés Antillano dice “Los barrios no existen en la retórica de la ciudad, salvo como peligro o anomalía”, este conglomerado de ranchitos y casitas son para nosotros lo insólito, lo impresionante.
Están ahí pero son excluidos y excluidas, porque no son lo que el sistema urbano y económico está dispuesto a cubrir y a incluir como parte de sus responsabilidades. Porque las construcciones, que conforman los barrios, no están dentro de la normalidad, y la normalidad es, para Foucault, la “forma moderna de la servidumbre”. Él establece que “el poder produce lo Real”, y por ende que la normalización de un estilo de vida especifico responde a las intenciones de entes poderosos -que existen por el manejo y la manipulación de grandes masas- para convertirnos en un dato. Si los barrios no son susceptibles de una normalización -y en efecto no lo son-, hay que reconfigurar los métodos de urbanización para poder prestarle los servicios básicos. Pero esta opción no está dentro de las posibilidades, porque implica un trabajo real y paulatino y las soluciones en el mundo de la política y la economía (nombramos la economía y la política porque es de donde salen las redes de poder) deben ser rápidas y capaces de producir dinero. Por ello no sorprende que el sueño colectivo de los habitantes de los barrios sea precisamente salir de ellos y no pensar soluciones a los problemas que no permiten la salubridad del espacio donde viven.
Esto es una de las cosas importantes, es necesario la participación de los habitantes en pro del mejoramiento del espacio donde habitan, no puede ser sólo una queja que pida la desaparición mágica de los profundos problemas, que existen porque ellos están localizados en sitios no aptos para viviendas.
La participación de los habitantes sobre el destino de un sistema adecuado que les ofrezca los servicios básicos, entre otras necesidades, está consolidada y organizada en los: CTU, comités de tierras urbanas, de los que habla Antillano en su texto. Estos CTU, son resultado del Decreto de 1966 firmado por el presidente de la república el 4 de febrero de 2002. Estos CTU, tienen una serie de características que permiten su funcionamiento independiente y específico para la efectividad de sus resoluciones. Entre sus característ
Cada comité está adscrito a un territorio no mayor de doscientas familias. Para ello, la comunidad determina el espacio y las familias que serán incluidas, no sólo por el espacio sino también por valores culturales y hasta “afectivos” compartido
La legitimidad de las elecciones de líderes en los CTU, realizadas sólo con la participación mayoritaria de todos los que conforman la “comunidad”. Cabe destacar un liderazgo femenino predominante.
Flexibilidad y versatilidad de la organización. No hay un sistema a priori, cada CTU se adecua a la idiosincrasia de su comunidad.
Carácter autónomo, a pesar de surgir de una política de Estado, funciona desligado de partidos políticos y entes gubernamentales. Esta característica es dad también porque existe una contraparte institucional de los comités: La Oficina Técnica para la Regularización de la Tierra Urbana.
Especificidad funcional de los CTU. La organización y discusión de intereses inmediatos y específicos, en vez de discutir unos universales y abstractos de los que no se obtienen soluciones ni inmediatas ni precisas.
Cada comité está adscrito a un territorio no mayor de doscientas familias. Para ello, la comunidad determina el espacio y las familias que serán incluidas, no sólo por el espacio sino también por valores culturales y hasta “afectivos” compartido
La legitimidad de las elecciones de líderes en los CTU, realizadas sólo con la participación mayoritaria de todos los que conforman la “comunidad”. Cabe destacar un liderazgo femenino predominante.
Flexibilidad y versatilidad de la organización. No hay un sistema a priori, cada CTU se adecua a la idiosincrasia de su comunidad.
Carácter autónomo, a pesar de surgir de una política de Estado, funciona desligado de partidos políticos y entes gubernamentales. Esta característica es dad también porque existe una contraparte institucional de los comités: La Oficina Técnica para la Regularización de la Tierra Urbana.
Especificidad funcional de los CTU. La organización y discusión de intereses inmediatos y específicos, en vez de discutir unos universales y abstractos de los que no se obtienen soluciones ni inmediatas ni precisas.
Los CTU persiguen la “regularización integral de los barrios”, que según Antillano responde a una iniciativa contra la segregación urbana. Incluir el barrio en el paisaje, en la cartografía, es darle existencia y por ende participación de los servicios y avances de la ciudad, de lo contrario la lucha.
Los CTU también son para Antillano “una fuerza organizada” que permitiría “Desmantelar las barreras invisibles que delimitan una ciudad fragmentada, llena de guetos, para construir una ciudad de ciudadanos”. Con estas afirmaciones Antillano está confiando fielmente en que el éxito de los CTU reside en su estructuración especifica, y que dará como resultado un espacio en el que todos sean parte de la ciudad. La conformación de los CTU, resultado de un decreto, pero luego reflejo de unas necesidades específicas, puede ser lo que Deleuze dice, en conversaciones con Foucault, que “Una teoría es como una caja de herramientas” en respuesta a Foucault que afirma que “La teoría es una práctica”. La organización de los CTU, no es sólo un nombre para la organización y ejecución de soluciones para las problemáticas de la ciudad, es una solución en sí, el funcionamiento de la palabra y las determinaciones discutidas, aprobadas, escritas y utilizadas constituye una lucha activa que permite su solidez.
La teoría no es inútil, porque entre otras cosas, permite reconocer la existencia de tantas personas conscientes de sus necesidades y de sus intenciones por suplirlas. En la medida del éxito que tengan estos CTU, será posible una consideración de los barrios como parte de la ciudad y no como los bordes de irregularidad en el paisaje citadino. Esa es la idea principal del texto testimonial de Andrés Antillano, y la identificación de esta idea como una lucha contra el poder, tiene que ver con la noción de poder que maneja Foucault, en la que el poder se ejerce por la manipulación de la información y el discurso.
Si tomamos en cuenta esto último, podemos preguntarnos sobre las dinámicas que funcionan en la conformación de un barrio, y las distintas condiciones que empujan a una persona a vivir montado uno sobre otro en la capital, en vez de vivir en una casa, en algún estado del interior. El sueño por una mejor calidad de vida es una de ellas, lamentablemente este termina siendo el motivo de vida gracias a un consumismo agresivo y salvaje que parece dar cuenta de un vacío inmenso en cada uno de los compradores compulsivos que hay en Venezuela. Y en este caso no es sólo de los sectores populares, es en general. Pero bueno, la cuestión es que la normalización y regularización de los barrios, es bastante difícil, no imposible pero igualmente difícil porque son muchos factores los que impiden dicha empresa. Uno de ellos, es la superficie del terreno, otra es la ausencia de legalidad de las propiedades -precisamente porque no hay un trabajo topográfico ni de delimitación del terreno que permita algún tipo de documento preciso sobre una propiedad-.
La normalización no es la mejor opción, el reconocimiento de ello es un primer paso para lograr cubrir las necesidades de tantos habitantes, tomando en cuenta los aspectos que definen su entorno y su situación. Es un trabajo colectivo, arduo y de mucha constancia que cuesta bastante en un país que está en constante construcción. En ser o no ser, he ahí la cuestión.
La teoría no es inútil, porque entre otras cosas, permite reconocer la existencia de tantas personas conscientes de sus necesidades y de sus intenciones por suplirlas. En la medida del éxito que tengan estos CTU, será posible una consideración de los barrios como parte de la ciudad y no como los bordes de irregularidad en el paisaje citadino. Esa es la idea principal del texto testimonial de Andrés Antillano, y la identificación de esta idea como una lucha contra el poder, tiene que ver con la noción de poder que maneja Foucault, en la que el poder se ejerce por la manipulación de la información y el discurso.
Si tomamos en cuenta esto último, podemos preguntarnos sobre las dinámicas que funcionan en la conformación de un barrio, y las distintas condiciones que empujan a una persona a vivir montado uno sobre otro en la capital, en vez de vivir en una casa, en algún estado del interior. El sueño por una mejor calidad de vida es una de ellas, lamentablemente este termina siendo el motivo de vida gracias a un consumismo agresivo y salvaje que parece dar cuenta de un vacío inmenso en cada uno de los compradores compulsivos que hay en Venezuela. Y en este caso no es sólo de los sectores populares, es en general. Pero bueno, la cuestión es que la normalización y regularización de los barrios, es bastante difícil, no imposible pero igualmente difícil porque son muchos factores los que impiden dicha empresa. Uno de ellos, es la superficie del terreno, otra es la ausencia de legalidad de las propiedades -precisamente porque no hay un trabajo topográfico ni de delimitación del terreno que permita algún tipo de documento preciso sobre una propiedad-.
La normalización no es la mejor opción, el reconocimiento de ello es un primer paso para lograr cubrir las necesidades de tantos habitantes, tomando en cuenta los aspectos que definen su entorno y su situación. Es un trabajo colectivo, arduo y de mucha constancia que cuesta bastante en un país que está en constante construcción. En ser o no ser, he ahí la cuestión.
Sobre este tema hay dos artistas, entre otros seguramente, que han abordado el tema a través de la pintura y la fotografía:
- Cipriano Martínez
"La práctica artística de Cipriano Martínez, delimitada esencialmente a lo pictórico, se fundamenta en una especulación plástica que reflexiona sobre las profundas transformaciones a las que se ha sometido el tejido urbano a partir del modelo racional postulado por el proyecto moderno en la segunda década del siglo XX. Caracas -al igual que muchas otras urbes latinoamericanas- alcanzó un pujante y contradictorio progreso urbanístico, que en poco tiempo discriminó de sus centros a vastos sectores sociales, generando el crecimiento de desarrollos urbanos espontáneos e incontrolables, que finalmente se tradujeron en una ciudad que ha colapsado en sus diversas redes públicas y en sus sistemas económicos."
- Gerardo Rojas
"En “Panoramas: el espectáculo del paisaje”, así como en la mayoría de sus propuestas fotográficas, Rojas recurre a los medios digitales para crear edificaciones o situaciones ficticias partiendo de la manipulación de las imágenes, componiendo de esta manera un imaginario donde estas arquitecturas simuladas establecen un diálogo constante con su espacio originario."
http://gdorjs.com/16_rcc/Paisajes%20Reapropiados.pdf. Link a un documento en PDF de Rocco Mangieri, deAgosto 2009. Sobre el trabajo de Rojas.
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