viernes, 1 de enero de 2010

La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica, de Walter Benjamín. Resumen Crítico. (Como fue también mi lectura, una situación crítica )

 


En este texto Benjamín expone una opinión con fuertes influencias de izquierda, que se denotan en el tono del texto, más no en su argumento-al menos no de manera clara-. El meollo de su asunto -el de Benjamín- es que las tecnologías que permiten reproducir y distribuir a grandes masas infinidad de cosas, también han incluido dentro de esas cosas: obras de arte tradicionales. La reproducción de obras de Arte, en lo que podríamos llamar “imágenes artísticas” que permiten que La Gioconda pase de un museo  al salvapantallas de nuestra computadora  es lo que el autor señala como el procedimiento en el cual la obra de arte pierde o le es arrebata: su “aura”. ¿Cuál es el aura a la que se refiere Walter Benjamín? Pues el establece dos tipos: el aura de los objetos históricos, aquel que se determina por “el aquí y el ahora” de la obra que remite a un período histórico; y está el aura de los objetos materiales, que se basa en un sentido de lejanía con respecto al objeto que podemos observar muy de cerca.



            Ahora bien, el desarrollo de las ideas del autor son presentadas a manera de capítulos, y por ello se espera una exposición esquemática y clara del argumento, a pesar de ello el texto no se corresponde con dicha expectativa. Con esta dificultad percibida, seguimos adelante.

            La disertación de Benjamín con respecto a la obra de Arte y al uso que de ella hacen los distintos procesos de reproducción técnica le quitan a ésta el valor que se le concede bajo preceptos tradicionales. Para él uno de ellos, es la relación del Arte y el culto. Para ninguno es un misterio dicha relación, ya que el arte no sería el mismo si no fuese por la iglesia. En el proceso de reproducción de la Obra algo se pierde y a eso él lo llama la “unicidad” de la obra de arte que está directamente relacionada con su valor útil como parte de un ritual. Al reproducir una obra se pierde en el camino esa unicidad y la función, dice Benjamín, se trastorna y ya no cumplirá las mismas funciones.



   Con respecto a esta particularidad, hay un aspecto importante que el autor expone: “la recepción de la obra de arte”.  La manera en que el espectador accede a la obra de arte es una experiencia que está determinada a tener efectos específicos. Por ello tal vez es que el autor señala que existe una “polaridad” en la que hay “obras de valor cultural y otras de un valor exhibitivo” La primera se mantiene oculta, o por lo menos en un recinto, o templo donde es conservada sin la contemplación de muchos, según nuestro autor. Y la segunda goza de un carácter más libre en la medida en que esté desligado con lo sagrado, porque así puede ser desplazado de un lugar a otro sin estar vinculado obligatoriamente a un templo. Benjamín dice sobre la obra de Arte:

A saber, en los tiempos primitivos, y a causa de la preponderancia absoluta de su valor cultural, fue en primera línea un instrumento de magia que sólo más tarde se reconoció en cierto modo como obra artística; y hoy la preponderancia absoluta de su valor exhibitivo hace de ella una hechura con funciones por entero nuevas entre las cuales la artística —la que nos es consciente— se destaca como la que más tarde tal vez se reconozca en cuanto accesoria” Esta observación pone de relieve la incapacidad que existe muchas veces para reconocer las cosas en el momento en el que suceden o se desarrollan y no luego de hacer una convención de ello. Además de esto, la incapacidad de ver los aspectos estéticos de la producción artística, más allá de sus fines, que en principio no tiene.



            Sobre procesos de reproducción técnica referidos al arte son señalados dos grandes logros de la revolución de la máquina: La fotografía y el Cine. Son estos dos ejemplos que toma Benjamín para “ilustrar”-quedaría mejor divagar- sobre un “estándar” de la reproducción técnica, que él ubica a partir de 1900, en el que sus temas van a incluir obras de Arte tradicionales y que a además van a ser parte de los procesos de producción artística. –Tal vez el Arte Pop sea un ejemplo de ello-.

       



     La fotografía va a ser una producción que aparece en el panorama para disputarse una función con la pintura: captar la realidad.  Es indiscutible el éxito de la fotografía, la eficacia del lente es innegable con respecto al pincel. Lo que señala Benjamín es que su carácter cultural se pierde en pro de un carácter exhibitivo, y que en última instancia es la presencia del ser humano en la fotografía lo que le inscribe ese carácter.  A pesar de esa resolución, admite que la significación que encierre la fotografía es lo que le da el carácter cultural o no. Parece un juego de decir y desdecir.


            Por otro lado, el cine como un proceso artístico queda es visto desde la perspectiva de Benjamín como un proceso más o menos deshumanizado, porque considera que el proceso sistemático que se requiere para hacer una película carece de ese “aura” que mencionamos más adelante y para ello establece una confrontación entre el teatro y el cine. La confrontación es bastante mezquina, porque es darle importancia a uno sobre otro sin entender que son dos procesos distintos pero igualmente artísticos. Después de una comparación de aspectos evidentemente antagónicos entre cine y teatro, entre el papel del actor de uno y de otro, se descubre finalmente que el problema del autor con la reproductibilidad de la obra de arte tradicional en una foto, o en una película -o de un tema cualquiera que tenga la foto o el film- reside en su carácter comercial. Además de ello, se preocupa por dos aspectos ante la obra de Arte: “La disipación de las masas y el recogimiento que exige la obra de arte” 


Es decir la manera en que estas dos expresiones artísticas, pero sobre todo el cine tiene impacto en el espectador, que para él no tiene ninguna en la medida en que sean un simple entretenimiento. El tono del ensayo parece estar siempre a la defensiva de un enemigo invisible. Si bien la idea de un arte reproducible e imitable y por ende distribuible no tiene nada que ver con la idea tradicional  del arte, y si no tiene “valores culturales”- que en este caso serían valores políticos o religiosos- entonces ¿No puede ser considerado Arte? Tal vez no sea el “Arte genial” que conocieron los antiguos, pero el tiempo pasa y las nociones sobre los conceptos que tenemos cambian y el Arte no puede ser una excepción.


            El principal detalle que debe ser resaltado es la relación tácita que el autor hace de la “era de la reproducibilidad técnica” con el sistema económico capitalista y teniendo en cuenta las tendencias políticas que demuestra tener el autor, es comprensible la vehemencia con que trata de desvalorizar el cine o la fotografía, pero que en medio de su argumento se pone de manifiesto la importancia que ambos tienen para la humanidad. 





Siendo medios que pueden manipular a colectividades y que de alguna u otra manera se convertiría en una industria comercial dado a su facilidad para ello, es lo que puede significar la principal razón por la que nuestro autor dice que el “aura” es rota. Si bien no todas las películas son obras maestras, no todas son un producto incapaz de suscitar en nosotros emociones intensas o catarsis.


“La humanidad, que antaño, en Homero, era un objeto de espectáculo para los dioses olímpicos, se ha convertido ahora en espectáculo de sí misma. Su autoalienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético de primer orden.” Así termina este texto, Walter Benjamín después de haber escamoteado sobre varias percepciones suyas, en una estructura más bien de borrador que de ¿ensayo? y que podemos conseguir dentro de una publicación muy bien titulada: Diálogos Interrumpidos I.

                                                                                                                                     Ginette Hernández.











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